Hacía mucho que quería tratar este tema pero por cuestiones laborales no tenía ni tiempo ni ganas de sentarme a escribir otra cosa que no fuera lo que tenía entre manos. Ahora que decidí postergar dos exámenes para los meses de Julio y Agosto, dispongo de un poco más de tranquilidad.
Como ya se habrán dado cuenta no estuve actualizando el blog aunque sí estuve más activa en twitter y facebook. En el último tiempo, estuve trabajando en la última fase de una novela próxima a salir y comenzando otra. Así que con dos novelas a cuestas es muy difícil acomodar mis tiempos para que todo llegue a término. Y como este año publico con dos editoriales diferentes, haciendo un balance de mis progresos literarios, me surgió este tema que quería compartir con ustedes.
¿Cuántas veces nos hemos percatado de que los autores de habla hispana publican con varias editoriales diferentes? Creo que habrá uno o dos que seguirán fieles a la misma editorial pero no muchos más… (En especial las autoras de novela romántica). ¿Y por qué se da esto? Desde mi punto de vista, creo que tiene que ver con la fractura que hubo en el mundo editorial en el momento que las editoriales dejaron de ser generadoras de arte y se convirtieron en este monstruo comercial que mueve una cantidad impresionante de dinero a lo largo y ancho del mundo. Esta fractura no sólo distanció al autor de su obra sino que también lo distanció del editor. Un siglo atrás el editor era un compañero por elección o por obligación del escritor, trabajaban mano a mano para dar forma a ese pedacito de arte que pasaría a unirse al patrimonio cultural del ser humano. El editor era ese compañero que estaba al tanto de las miserias del autor y hasta a veces las compartía, era esa persona que lo aconsejaba no porque le podía beneficiar comercialmente sino porque amaba la literatura y la obra del autor casi tanto como el autor mismo. El editor era ese amigo que defendía un buen manuscrito a capa y espada si consideraba que su contenido merecía ser descubierto por los lectores.
El tiempo pasó y el capitalismo extendió su manto oscuro sobre todos los mercados, incluso el editorial. El libro se transformó en un objeto comercial cuyo contenido poco importa si con eso vende. La verdad inapelable es ésa: si un libro no es comercial entonces no se publica. No importa que sea el libro más hermoso o de excelentísima calidad literaria, el libro debe ajustarse a los tiempos que corren, o mejor dicho, a las exigencias del mercado actual. Y mientras el monstruo se mastica cada nuevo libro el autor observa, sin poder hacer nada, cómo un abismo lo empieza a separar de su único aliado.
Yo lo he visto. Las fechas de entregas irracionales, las temáticas impuestas, los rechazos, los recortes innecesarios. Siempre es la imposición del mercado. Bajo estas circunstancias nace una nueva clase de escritor: el escritor itinerante. Este autor va de editorial en editorial buscando aquel amigo perdido que se adapte a su arte y lo defienda como propio, que no lo condicione y lo trate con respeto. No estoy diciendo con esto que todos los editores son enemigos de los autores. Además, también hay que considerar la necesidad de progreso de los autores y las capacidades de las editoriales. Es un tema delicado para ambas partes sin duda. Por suerte todavía existen aquellos que sí “se ponen la camiseta”. ¡Y gracias a Dios yo me crucé con un par! Pero es difícil en verdad, pues el arte debería siempre carecer de afán comercial y la realidad es que el monstruo editorial siempre tiene hambre y alguien tiene que darle de comer.
¿Cuántas veces nos hemos percatado de que los autores de habla hispana publican con varias editoriales diferentes? Creo que habrá uno o dos que seguirán fieles a la misma editorial pero no muchos más… (En especial las autoras de novela romántica). ¿Y por qué se da esto? Desde mi punto de vista, creo que tiene que ver con la fractura que hubo en el mundo editorial en el momento que las editoriales dejaron de ser generadoras de arte y se convirtieron en este monstruo comercial que mueve una cantidad impresionante de dinero a lo largo y ancho del mundo. Esta fractura no sólo distanció al autor de su obra sino que también lo distanció del editor. Un siglo atrás el editor era un compañero por elección o por obligación del escritor, trabajaban mano a mano para dar forma a ese pedacito de arte que pasaría a unirse al patrimonio cultural del ser humano. El editor era ese compañero que estaba al tanto de las miserias del autor y hasta a veces las compartía, era esa persona que lo aconsejaba no porque le podía beneficiar comercialmente sino porque amaba la literatura y la obra del autor casi tanto como el autor mismo. El editor era ese amigo que defendía un buen manuscrito a capa y espada si consideraba que su contenido merecía ser descubierto por los lectores.
El tiempo pasó y el capitalismo extendió su manto oscuro sobre todos los mercados, incluso el editorial. El libro se transformó en un objeto comercial cuyo contenido poco importa si con eso vende. La verdad inapelable es ésa: si un libro no es comercial entonces no se publica. No importa que sea el libro más hermoso o de excelentísima calidad literaria, el libro debe ajustarse a los tiempos que corren, o mejor dicho, a las exigencias del mercado actual. Y mientras el monstruo se mastica cada nuevo libro el autor observa, sin poder hacer nada, cómo un abismo lo empieza a separar de su único aliado.
Yo lo he visto. Las fechas de entregas irracionales, las temáticas impuestas, los rechazos, los recortes innecesarios. Siempre es la imposición del mercado. Bajo estas circunstancias nace una nueva clase de escritor: el escritor itinerante. Este autor va de editorial en editorial buscando aquel amigo perdido que se adapte a su arte y lo defienda como propio, que no lo condicione y lo trate con respeto. No estoy diciendo con esto que todos los editores son enemigos de los autores. Además, también hay que considerar la necesidad de progreso de los autores y las capacidades de las editoriales. Es un tema delicado para ambas partes sin duda. Por suerte todavía existen aquellos que sí “se ponen la camiseta”. ¡Y gracias a Dios yo me crucé con un par! Pero es difícil en verdad, pues el arte debería siempre carecer de afán comercial y la realidad es que el monstruo editorial siempre tiene hambre y alguien tiene que darle de comer.
Les mando un abrazo,
En un todo de acuerdo con vos.La maquinaria del mercado devora las relaciones personales y laborales, pero como bien decis siempre hay gente dispuesta a la capa y a la espada para la defensa de un buen trabajo. Aun no lei ningun trabajo tuyo completo pero voy a conseguirlos en breve por que los anticipos son realmente interesantes y tentadores
ResponderBorrarVi bastante tarde tu comentario. Perdón! Espero que disfrutes de los libros y gracias por comentar! Saludos!
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