Hay una cosa que siempre quise comentar en este blog y que por una cosa u otra nunca pude. Hoy me hice un tiempito y me puse a meditar sobre esto que los editores, agentes literarios, correctores y yo llamamos la contaminación del texto. Es un tema que le escapa al lector y que genera bronca a todos los que conforman el circuito editorial.
¿Qué quiero decir con contaminación del texto? Estoy hablando de esas imperfecciones que logran filtrarse hasta el resultado final y que termina afeando o desmereciendo no solamente la calidad literaria del texto sino también el trabajo de edición.
¿Cómo pasa esto? ¿Cómo es posible que dejen que suceda?, se pregunta el lector. Y bueno, pasa porque el escritor está meses y hasta años escribiendo y reescribiendo y no se da cuenta que dejó pasar errores de todo tipo. Trabajó tanto en el texto que dejó de ver los errores. El escritor termina leyendo el texto como él espera que esté y no como realmente está. Cuando pasa a manos del editor éste puede no notarlos (ahí es donde uno se pregunta si el editor es tu amigo o tu enemigo). Suponiendo que el editor los notó, los corrige y lo mismo hará el agente literario (si es que se tiene uno), que es quien evalúa tu trabajo antes de enviarlo al editor antes mencionado. A esta altura hay tantas manos en el plato que uno piensa “Bueno, acá ya no tendría que haber errores” y no. Incluso así, también se puede filtrar algún error ortográfico o de estilo. Todo el mundo ya está hasta las narices del mismo texto que está tan pero tan contaminado que la última salvación es el corrector, un tercero ajeno que lo vea objetivamente. La mala suerte es que últimamente se están cerrando los departamentos de corrección hasta en los diarios. Una locura…
Con suerte tu editorial tiene corrector, aunque sea freelance, que te salve. Y el libro sale a la venta como corresponde. Bueno este final feliz lo tienen pocos últimamente.
Ahora, no es que el escritor sea un bruto de las letras, ni el editor ni nadie. Todos los que trabajamos con las letras tenemos perfecto conocimiento de ellas pero suceden cosas como éstas, que le dedicás tanto tiempo y tanta energía que dejás de ver. Y lo peor de todo es cuando llega el ejemplar y te das cuenta que salió defectuoso. Te querés matar…
Lo único que le queda al autor, al editor y al agente es que el lector vea más allá de eso y descubra la maravillosa historia que hay detrás. Algo así como cuando uno se enamora de un chico o una chica no muy agraciado/a pero de buen corazón.
¿Qué quiero decir con contaminación del texto? Estoy hablando de esas imperfecciones que logran filtrarse hasta el resultado final y que termina afeando o desmereciendo no solamente la calidad literaria del texto sino también el trabajo de edición.
¿Cómo pasa esto? ¿Cómo es posible que dejen que suceda?, se pregunta el lector. Y bueno, pasa porque el escritor está meses y hasta años escribiendo y reescribiendo y no se da cuenta que dejó pasar errores de todo tipo. Trabajó tanto en el texto que dejó de ver los errores. El escritor termina leyendo el texto como él espera que esté y no como realmente está. Cuando pasa a manos del editor éste puede no notarlos (ahí es donde uno se pregunta si el editor es tu amigo o tu enemigo). Suponiendo que el editor los notó, los corrige y lo mismo hará el agente literario (si es que se tiene uno), que es quien evalúa tu trabajo antes de enviarlo al editor antes mencionado. A esta altura hay tantas manos en el plato que uno piensa “Bueno, acá ya no tendría que haber errores” y no. Incluso así, también se puede filtrar algún error ortográfico o de estilo. Todo el mundo ya está hasta las narices del mismo texto que está tan pero tan contaminado que la última salvación es el corrector, un tercero ajeno que lo vea objetivamente. La mala suerte es que últimamente se están cerrando los departamentos de corrección hasta en los diarios. Una locura…
Con suerte tu editorial tiene corrector, aunque sea freelance, que te salve. Y el libro sale a la venta como corresponde. Bueno este final feliz lo tienen pocos últimamente.
Ahora, no es que el escritor sea un bruto de las letras, ni el editor ni nadie. Todos los que trabajamos con las letras tenemos perfecto conocimiento de ellas pero suceden cosas como éstas, que le dedicás tanto tiempo y tanta energía que dejás de ver. Y lo peor de todo es cuando llega el ejemplar y te das cuenta que salió defectuoso. Te querés matar…
Lo único que le queda al autor, al editor y al agente es que el lector vea más allá de eso y descubra la maravillosa historia que hay detrás. Algo así como cuando uno se enamora de un chico o una chica no muy agraciado/a pero de buen corazón.
Cariños,
totalmente de acuerdo si se trata de un error, o de dos, o de una página y el resto de la obra está correcta.
ResponderBorrarPero cuando hay uno detrás de otro, y una falta detras de otra, y una palabra con un significado diferente...
cuando son muchos errores en el mismo libro, a mi como lectora, me suena a estafa y a tomadura de pelo.
Si te compras una camisa con un defecto, la puedes devolver. Deberíamos poder hacer eso con los libros.
Vosotros lo veis desde una orilla, pero desde la otra se ve diferente. como lectora cabrea mucho y se siente como un desprecio.
Me refiero a un libro cargado de errores. No es lo mismo que lo que tu dices en tu entrada.
Hola, Ángeles. Entiendo tu postura porque soy lectora y también me molesta pagar un libro que está repleto de errores. Pero también entiendo que se le hecha mucha culpa al autor cuando la culpa la tiene la editorial. Para eso están. Para que la obra salga perfecta. Creo que es un tema en el no hay punto medio. O te molesta o no. Yo sólo espero que las historias no se pierdan de vista en estas discusiones.
ResponderBorrarAbrazos.
«muchos autores confían en la pericia de los correctores (tanto el de estilo como los tipográficos, en caso de que sean diferentes personas) para que pongan en solfa su original, que él entrega sin revisión alguna. Este es un proceso censurable, por cuanto el autor es quien debe responder de su original, no los profesionales de la corrección, cuya función es otra. Encomendar, por ejemplo, la puntuación a los correctores es inadmisible, pese a lo cual algunos autores lo hacen. Probablemente, quienes se comportan de esta manera no saben puntuar y esperan que el corrector lo haga por ellos»
ResponderBorrarLeído en un manual de corrector profesional. Parte de la teoría que se estudia para ejercer esta profesión.