Había una vez, en un bosque ancestral, una Fiera de hermoso pelaje pero de carácter indómito. A lo largo del tiempo, muchos cazadores codiciaron a la criatura como un trofeo con el cual podrían lucirse. Sin embargo, ninguno de ellos pudo capturarla jamás. Lo poco que lograron fue arrancar algunas partes de su hermoso pelaje, que luego exponían en sus hogares como souvenires de un instante que no volvería a repetirse en sus vidas. A la Fiera no le preocupaba la pérdida de sus colores pues siempre volvían a crecer; mas la Fiera lamentaba ser codiciada y nunca amada.
Un día, paseando por el bosque ancestral, se encontró con un joven ciervo. La Fiera sintió mucho apetito y comenzó a desear al ciervo con un hambre voraz. Después de todo era una fiera y era parte de su naturaleza. Acechó al joven ciervo sin distraerse y analizó todas las posibles formas de atraparlo. Cuando estuvo lista, la Fiera se abalanzó sobre el ciervo... pero se detuvo de golpe a pocos pasos de la otra criatura. El ciervo la había visto llegar pero no había escapado, aunque temblaba de miedo. Lo que hizo el pobre ciervo fue mirar a la Fiera con sus ojos grandes y cristalinos como dos lunas en una noche sin nubes. La Fiera entonces se vio reflejada en sus ojos asustados y se vio a sí misma, ya no como una criatura de hermoso pelaje, sino como los demás cazadores que la habían codiciado alguna vez. El remordimiento pudo más y terminó por alejarse del joven ciervo, aunque no demasiado lejos de su vista.
Así continuaron los días de la Fiera, rondando al ciervo, que lo veía tan frágil y tan bello. Por las noches, se le acercaba y ella misma se arrancaba un poco de su hermoso pelaje para tapar al ciervo y protegerlo del frío y de la lluvia. Tantas noches se sucedieron de esa forma que un día a la Fiera no le quedó ninguna protección para ella misma. De a poco se fue enfermando y un día ya no pudo levantarse más. Los cazadores la olvidaron, el bosque ancestral no la extrañó y el ciervo... el joven ciervo nunca supo de la ayuda de la Fiera. Siguió su vida al igual que los demás animales del bosque. Solo recordando que una vez una hermosa fiera lo quiso devorar.
©Magalí Varela
No hay comentarios.:
Publicar un comentario